De potencia regional a ejemplo de ruina: el hundimiento controlado de Venezuela
Durante décadas, Venezuela fue el corazón energético de América Latina. Con una de las mayores reservas petroleras del planeta, un aparato productivo robusto y una clase media en expansión, el país parecía destinado al desarrollo sostenido. Sin embargo, en apenas dos décadas, ese potencial fue aniquilado deliberadamente por un régimen que usó el poder para saquear, someter y controlar.
Hoy, más del 80% de los venezolanos vive en la pobreza, más de la mitad en pobreza extrema, y el país se ha convertido en uno de los ejemplos más dramáticos de colapso inducido por políticas autoritarias y corrupción sistemática.
El hambre como política de Estado
El desplome no es casual. Diversos informes, como los de la FAO, revelan que al menos cinco millones de venezolanos padecen hambre crónica, y un 30% de los niños menores de cinco años presentan desnutrición severa. Lo que debería ser un fracaso humanitario ha sido utilizado por el régimen como herramienta de control: quien no se somete, no come.
En el año 2000, el 70% de la población formaba parte de la clase media. Hoy, esa realidad fue barrida por una estrategia de empobrecimiento masivo que socava toda posibilidad de autonomía social.
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Expropiar para empobrecer
Entre 1999 y 2019, el régimen ejecutó más de 5.000 expropiaciones en sectores clave como la industria, banca, agricultura y comercio. También confiscó más de 4 millones de hectáreas de tierras productivas, acabando con miles de empresas que sostenían el aparato económico nacional.
El resultado fue la parálisis total de la producción interna y una dependencia casi absoluta de importaciones, redes informales y remesas para sobrevivir.
Educación colapsada, salud en ruinas
El colapso también alcanza los servicios esenciales. El sistema educativo está devastado: los docentes apenas ganan 8 dólares mensuales, el 74% abandonó las aulas, y las universidades han perdido hasta el 60% de su matrícula. La fuga de cerebros es alarmante.
En salud, la catástrofe es similar. Más del 60% de los hospitales no cuenta con agua potable, y solo el 31% opera a tiempo completo. Los quirófanos carecen de insumos, anestesia o electricidad, y enfermedades que se creían erradicadas han regresado con fuerza.
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El bolívar: símbolo de una economía destruida
En apenas 15 años, la moneda nacional ha sido reconvertida tres veces, borrando 14 ceros. Desde los 570 bolívares por dólar en 1998, hoy esa equivalencia supera los 12.000 billones de los bolívares originales.
Con uno de los salarios mínimos más bajos del planeta (1,5 dólares) y un costo de vida que supera los 860 dólares mensuales, la hiperinflación es parte del paisaje diario y ha pulverizado cualquier intento de recuperación económica.
La caída de PDVSA: el saqueo de un recurso vital
PDVSA, que en 1998 producía 3,7 millones de barriles diarios, hoy apenas supera el millón. La expulsión de más de 20.000 técnicos petroleros tras el paro de 2002 eliminó la columna vertebral de la industria. A eso se suma una corrupción de proporciones históricas: más de un millón de millones de dólares se esfumaron entre 2009 y 2019, según denuncias documentadas.
Venezuela ya no refina su propio combustible. Hoy, millones cocinan con leña en una nación con las mayores reservas de petróleo del mundo.
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Narcotráfico, crimen y migración masiva
La devastación no se limita a lo económico. Venezuela se ha convertido en un centro de operaciones del crimen transnacional, con vínculos señalados con grupos como el ELN, las FARC, Hezbollah, y redes de narcotráfico y minería ilegal.
Además, la crisis migratoria más grave del continente ha expulsado a más de 7 millones de venezolanos, afectando a países como Colombia, Perú, Chile, Brasil y llegando incluso a España y Estados Unidos.
¿Es posible reconstruir este país?
La reconstrucción de Venezuela no depende del petróleo, sino de la institucionalidad. Sin libertad, justicia, seguridad jurídica y una economía abierta, cualquier ingreso será devorado por la corrupción y el caos.
Mientras el régimen siga usando el hambre como arma y sosteniéndose con alianzas criminales e internacionales, como con Irán, China o Rusia, el país seguirá sumido en un abismo que no tiene fondo.
Venezuela sigue siendo una tierra inmensamente rica bajo tierra… pero convertida en un infierno de miseria sobre la superficie.
Con información de:
FAO, Infobae, El Tiempo, Banca y Negocios