El eje central de la política estadounidense hacia Venezuela vuelve a situarse en los titulares: altos funcionarios de Trump presionan para derrocar a Maduro en Venezuela. La administración republicana, con figuras clave como Marco Rubio, John Ratcliffe y Stephen Miller, estaría elaborando una estrategia integral para desmantelar el régimen chavista y acelerar la salida del dictador venezolano.
Fuentes cercanas al Partido Republicano sostienen que la Casa Blanca de Trump no solo analiza sanciones adicionales, sino también acciones militares directas contra redes de narcotráfico operadas desde Caracas. Para Washington, Maduro no es un mandatario legítimo, sino un “narcoterrorista fugitivo”, acusado formalmente por el Departamento de Justicia de EE. UU. y con una recompensa de 50 millones de dólares por su captura.
Estrategia de máxima presión
El senador republicano Marco Rubio ha sido uno de los arquitectos más férreos de esta campaña. Rubio argumenta que el chavismo no es únicamente un problema político interno, sino una amenaza directa a la seguridad estadounidense. Asegura que el régimen de Maduro coordina exportaciones de drogas que terminan en suelo norteamericano y que, en consecuencia, su derrocamiento es una operación antinarcóticos indispensable.
El Pentágono ya ha desplegado más de 6.500 soldados en el Caribe y zonas estratégicas cercanas a Venezuela, listos para actuar en operaciones de interdicción y ataques selectivos. Desde septiembre se han registrado acciones militares contra embarcaciones sospechosas de contrabando. Estas operaciones, según Trump, forman parte de un esfuerzo más amplio para neutralizar a los carteles aliados de Maduro.
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Mientras tanto, líderes opositores en el exilio mantienen conversaciones discretas con funcionarios estadounidenses para coordinar escenarios de transición. Uno de los planes contempla que Edmundo González asuma el poder tras la caída de Maduro, al ser reconocido por observadores internacionales como el verdadero ganador de las elecciones de 2024.
La dirigente María Corina Machado se perfila como figura clave en la reorganización política. Rubio la ha catalogado como la “Dama de Hierro venezolana”, destacando su resistencia frente al autoritarismo chavista. Los opositores sostienen que cuentan con un plan detallado para las primeras 100 horas después de la caída del régimen, incluyendo medidas de estabilización económica y restablecimiento de relaciones internacionales.
Maduro: prófugo y jefe de una red criminal
En 2020, el Departamento de Justicia estadounidense presentó cargos por narcotráfico contra Maduro y varios de sus altos funcionarios. Desde entonces, Washington lo ha descrito como el jefe de una organización terrorista y criminal. La acusación se centra en que, bajo su mando, Venezuela se ha convertido en un puente clave para el tráfico de cocaína hacia Estados Unidos y Europa.
Rubio y otros senadores republicanos insisten en que apartar a Maduro es una medida de defensa nacional. El régimen chavista no solo oprime a su pueblo con represión y fraude electoral, sino que además envenena a la juventud norteamericana con drogas.
El Departamento de Estado ha sido enfático: “Maduro no es un dirigente legítimo de Venezuela; es un prófugo de la justicia estadounidense que socava la seguridad regional y envenena a los estadounidenses”.
La diplomacia frente a la presión militar
No todos dentro del entorno republicano están convencidos de que la salida de Maduro deba lograrse únicamente con presión militar. Richard Grenell, diplomático cercano a Trump, considera que aún hay margen para la negociación y que el diálogo podría proteger los intereses estratégicos de EE. UU. en Venezuela sin escalar hacia una guerra prolongada.
Sin embargo, la mayoría de los asesores de seguridad nacional ven a la diplomacia como un recurso agotado. Tras años de sanciones, diálogos fallidos y represión constante, se impone la visión de que Maduro solo saldrá con fuerza externa y con una oposición cohesionada.
Escenario internacional y riesgos regionales
La caída de Maduro tendría profundas repercusiones en América Latina. Cuba, principal aliado del chavismo, perdería un pilar financiero y político vital. Además, países vecinos como Colombia y Brasil verían aliviada la presión migratoria generada por la crisis venezolana, que ya ha expulsado a más de siete millones de personas en la última década.
Los expertos coinciden en que un colapso repentino del régimen podría generar un efecto dominó en la región, debilitando a otros gobiernos de corte socialista. Sin embargo, también advierten sobre el riesgo de una migración masiva descontrolada en caso de que se produzca un vacío de poder sin transición ordenada.
El papel de Trump y el cálculo electoral
Para Trump, la situación en Venezuela no es solo un tema de política exterior, sino también una carta electoral clave en estados como Florida, donde la comunidad cubana y venezolana tiene un peso significativo. Mostrar firmeza contra Maduro fortalece su narrativa de mano dura contra el socialismo, un mensaje que conecta con su base republicana.
En discursos recientes, Trump ha afirmado que “Maduro debe dejar de enviar drogas y criminales a nuestro país” y que Estados Unidos está dispuesto a utilizar “todos los elementos de poder” para detenerlo. Aunque evita hablar abiertamente de un cambio de régimen, sus acciones en el Caribe revelan que el plan avanza en esa dirección.
¿Qué sigue para Venezuela?
La oposición venezolana enfrenta el desafío de mantenerse unida y preparada para un eventual escenario de transición. Los contactos con Washington se intensifican, y los planes de presión contra el chavismo apuntan a una ofensiva coordinada en varios frentes: militar, diplomático, económico y de inteligencia.
Analistas internacionales prevén que, de consolidarse esta estrategia, el régimen chavista podría enfrentarse a su mayor amenaza desde 2019, cuando Juan Guaidó intentó impulsar una insurrección apoyada por la comunidad internacional. Esta vez, sin embargo, el respaldo parece más sólido y con un enfoque integral.
Lo cierto es que la situación sigue siendo incierta. El régimen de Maduro mantiene aún el apoyo de los altos mandos militares, a pesar de años de pobreza, sanciones y corrupción. Pero la presión desde Estados Unidos crece a pasos acelerados, y la posibilidad de un desenlace histórico se vuelve cada vez más tangible.