El colapso vial en Acarigua, estado Portuguesa, sigue en aumento, y esta vez la situación crítica se concentra en la calle 32, entre las avenidas 28 y 29, una arteria urbana de alta circulación vehicular y peatonal. Los vecinos y conductores coinciden: ya no hay forma de esquivar los huecos, y temen que pronto ocurran accidentes graves.
En horas del mediodía, la vía se vuelve prácticamente intransitable. Según denuncian los habitantes, los huecos ocupan casi todo el ancho de la calle, mientras los vehículos estacionados a ambos lados hacen más estrecho aún el paso. El panorama es caótico y, según testimonios, la situación lleva años sin atención real, pese a múltiples denuncias.
El fracaso del “Plan Cero Huecos”
Aunque el régimen regional promocionó hace meses el llamado “Plan Cero Huecos” como una iniciativa para recuperar las vías urbanas, los resultados han sido prácticamente nulos, al menos en esta zona de Acarigua. Lo que debía ser un plan de asfaltado y mantenimiento integral se ha convertido en una burla para los ciudadanos, que siguen expuestos a daños vehiculares, accidentes y retrasos.
“La calle está acabada desde hace tiempo”, relató Paul Rondón, conductor habitual de la zona. “Aquí los carros tienen que pasar casi en cámara lenta para no romper algo. A veces se les ve bajando a la cuneta para esquivar los cráteres”.
Lucía Palacios, vecina del sector, aseguró que “al mediodía esto se vuelve intransitable. No hay forma de pasar sin caer en uno de los huecos. Se estacionan carros a ambos lados, y en el centro está completamente destruido el pavimento. Ya no hay cómo esquivarlos”.
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Peligro constante y daños económicos
Los huecos no solo representan un problema visual o estético, sino un riesgo real para la seguridad de quienes transitan por la zona. Los choferes denuncian que ya varios vehículos han sufrido daños en los amortiguadores, tren delantero y neumáticos al caer en estos baches imposibles de esquivar.
Algunos vecinos colocan señales improvisadas como cauchos viejos, ramas o cartones para alertar a otros conductores. Sin embargo, muchas veces estas señales desaparecen, bien sea por lluvias o porque otros vehículos se las llevan.
“No estamos pidiendo una autopista de lujo, solo que al menos tapen los huecos más grandes para no arruinar los carros. Esto es una falta de respeto”, expresó Eduardo Bolívar, mototaxista del centro de Acarigua.
Desgobierno y desidia municipal
La comunidad señala directamente al régimen municipal del alcalde Rafael Torrealba, por ignorar sistemáticamente el deterioro de la infraestructura vial, al tiempo que se gastan recursos en eventos, propaganda o planes mal ejecutados.
“Cada vez que aparece una comisión es para tomarse fotos y decir que van a arreglar todo. Pero pasan los meses y lo único que mejora es la cuenta de Instagram del alcalde”, ironizó un comerciante de la zona que pidió anonimato.
El régimen regional encabezado por Primitivo Cedeño también ha sido criticado por priorizar obras cosméticas y no atender de forma integral la vialidad urbana de Portuguesa, estado que sufre también por fallas eléctricas, escasez de agua y servicios colapsados.
Panorama repetido en toda la ciudad
La calle 32 no es un caso aislado. Las zonas más céntricas de Acarigua y Araure presentan problemas similares, con huecos que parecen multiplicarse tras cada temporada de lluvias. Vecinos mencionan también la avenida Libertador, el sector de Payara, y la prolongación de la avenida 13, como otras zonas afectadas.
La falta de planificación y mantenimiento preventivo es evidente. En vez de hacer reparaciones duraderas, cuadrillas improvisadas aplican “parches de tierra o arena”, que con el mínimo aguacero vuelven a dejar los huecos a la vista.
¿Dónde están las soluciones?
El clamor ciudadano crece, y la paciencia se agota. Los afectados no piden lujos, sino lo mínimo necesario para transitar con seguridad. El llamado es a reasfaltar la calle 32 y otras zonas críticas, no con remiendos, sino con soluciones permanentes.
Mientras tanto, la desidia del régimen local y regional deja en evidencia una gestión ineficiente, más interesada en la propaganda que en responder a las verdaderas necesidades de la población.